El humano es el ser más hábil del planeta, gracias a su inteligencia y capacidad para crear y utilizar herramientas, una posición de un enorme poder que conlleva una responsabilidad de la misma magnitud sobre nuestro planeta, especialmente las demás especies con las que compartimos los regalos de la naturaleza. Yendo más allá, no solo no hemos sido responsables, sino que a lo largo de nuestra historia hemos abusado de nuestro poder para dañar y ser crueles con las demás criaturas, y nosotros mismos.
Un poderoso mito keniano que hace referencia a esta situación; narra cómo, después de la creación, existían tres criaturas poderosas que regían sobre la tierra: el Trueno, el Elefante y el humano.
Contemplar a Trueno moverse por la tierra era un espectáculo impresionante: las luces eléctricas y el rugido de sus desplazamientos avisaban de su llegada, su humor y sus acciones. A su lado, viajaba el magnífico Elefante: grande, majestuoso, con delgados y elegantes colmillos del mas precioso marfil. El Humano, pequeño y delgado, que a pesar de su complexión musculosa parecía un infante al lado de los otros dos seres, acompañaba su recorrido.
A pesar de que la paz y tranquilidad reinaba en la existencia terrenal, Trueno comenzó a notar comportamientos en el humano que lo inquietaban de sobremanera: el humano podía darse vuelta estando dormido sin levantarse o despertarse. Nervioso, en secreto convocó al bello elefante para comentarle su preocupación:
–Escucha, amigo Elefante, he estado observando al humano mientras duerme, puede darse la vuelta acostado sin tener que levantarse. Si yo, dormido, quiero girarme, debo levantarme, chocar contra las nubes y empujar el cielo hasta poder lograrlo. Tú también, magnífica criatura, si quieres girarte necesitas pararte en tus cuatro patas para lograrlo. Él no… y si puede hacer eso dormido ¡no quiero imaginar lo que podrá hacer despierto!
Elefante lo miró, con sus sabios y hermosos ojos llenos de compasión.
–Es verdad lo que dices, pero he visto al hombre y es bueno. Además, es tan pequeño e insignificante… que realmente no hay nada que temer.
-No importa que no me creas, yo me largo a los cielos, donde no pueda alcanzarme.
Trueno huyó, temeroso del poder de Hombre. Elefante contempló en silencio el grupo de nubes oscuras que cubrieron el cielo para transportar a Trueno.
El hombre, que había observado el intercambio, se dirigió al bosque. De entre miles de especies de árboles y plantas distintas, escogió aquellas que le permitían crear flechas y preparar veneno. Preparó un arco y buscó a Elefante para probarlo. Lo alcanzó por la espalda y le disparó. Elefante cayó al suelo, mortalmente herido y pidió ayuda a Trueno, pero en forma de un rugido el cielo le contestó:
-Dijiste que el hombre no te haría daño. Tu propia ingenuidad te ha matado.
Elefante murió y Hombre preparó más armas y más veneno para matar a las otras criaturas… transformándose en el amo de la naturaleza porque podía hacer mucho más que girar mientras dormía.
Esta sencilla historia nos recuerda que somos criaturas inmensamente hábiles, con un enorme potencial… que desperdiciamos cada que lo usamos para lastimar a los demás seres vivos que comparten nuestro planeta. Hoy, en la víspera del calentamiento global y una extinción masiva de especies, es momento de reflexionar ¿cómo uso mi poder humano para tener un impacto positivo en mi planeta? ¡Dejemos de ser amos de la naturaleza por destruirla, pasemos a construirla!
