¿A quién de nosotros no nos fascinan estas diminutas aves de alas veloces y hermosos colores? La fascinación por los colibrís ha trascendido fronteras y generaciones, teniendo un lugar especial en distintas mitologías.
De acuerdo con los mayas, próspera cultura mesoamericana, los colibrís contaban con un espacio especial de la creación. Cuenta la leyenda, que los dioses utilizaron barro, tierra y maíz para crear a cada una de las criaturas del mundo.
Cuando casi habían terminado de trabajar, se percataron que les hacía falta un mensajero que permitiera llevar de un lado a otro los deseos, secretos y sentimientos; una criatura destinada a transportar hasta los planos más divinos las necesidades y pensamientos de los humanos.
Se dispusieron a crear al mensajero en cuestión. Sin embargo, se percataron que ya no tenían maíz ni barro para crearlo por lo que tomaron un delicado pedazo de jade. Con mucho cuidado, tallaron una flecha en la piedra preciosa y le soplaron para regalarle la vida.
La flecha emprendió el vuelo: había nacido el primer colibrí. Como era de esperarse, su fragilidad y el brillo de su plumaje llamaban la atención en todas partes; más de un incauto deseó utilizar las hermosas plumas tornasol de diferentes tonalidades para adornar sus ropajes y herramientas.
Los dioses decidieron correr por el mundo una advertencia: atrapar o lastimar a esta pequeña ave meritaría un castigo divino sin igual. La amenaza tuvo el efecto esperado y los intentos por capturarlo disminuyeron considerablemente.
De esta manera, el mágico colibrí ha podido continuar su misión de transportar los pensamientos y los deseos de las personas. Aún en nuestros días, cuando un colibrí revolotea cerca de tu cabeza, probablemente te cuenta un mensaje de tus seres queridos, incluso de aquellos que han dejado ya este mundo.
Conforme a esta tradición, si se te acerca una de estas hermosas aves, cierra tus ojos y concéntrate en tu deseo. El colibrí lo recolectará y lo llevará a su destino, sobre todo si es un deseo positivo.
