El gorrión y la última gota de color de la naturaleza

Cuenta una hermosa leyenda oriental que, en el comienzo, todos los pájaros eran muy similares, compartían el mismo tono grisáceo sin distinción alguna.

Las aves contemplaban con envidia los hermosos colores de las flores que las volvían únicas y distinguibles, por lo que invocaron a la Madre Naturaleza para pedirle entre todos que les cambiara su color para expresar mejor su esencia.

La Madre, bondadosa y empática accedió divertida a la petición de los miles de pájaros que se arremolinaron a su alrededor. Sin embargo, les advirtió que debían elegir con consciencia sus nuevos colores ya que solo tendrían una oportunidad.

Durante una semana y un día, el Águila recorrió el mundo anunciando a las demás aves la buena noticia. Las copas de los árboles se alborotaron con el júbilo de las criaturas, que con gran nerviosismo reflexionaban sobre el color que elegirían.

Llegado el día, la Madre los reunió a todos en un claro y sacó su paleta de colores, donde tenía una hermosa gama de tonalidades. Las aves se colocaron en una ordenada fila y, una a una, le expresaron sus deseos.

Con gran cariño, ella las pintaba entre comentarios y suspiros de admiración de las aves que observaban. Así fueron consiguiendo sus icónicas tonalidades la elegante Urraca, el alegre Loro y el orgulloso Pavorreal.

Cuando la Madre Naturaleza terminó, comenzó a guardar sus utensilios de pintura para dejar a las aves disfrutar sus nuevos y coloridos plumajes. Sin embargo, una voz la hizo detenerse: el pequeño gorrión se dirigía a saltos veloces hacia ella.

-Por favor, ¡espera! Falto yo, he tardado mucho en llegar pero también quiero un nuevo color.

La Madre lo observó, su mirada llena de compasión y tristeza.

-Lo siento, pequeño, ya no me quedan pinturas.

-Está bien… no pasa nada. – respondió la pequeña avecilla mientras se alejaba entristecido. – de cualquier manera, el marrón no está tan mal.

La Madre buscó apresuradamente en su paleta: quedaba una pequeñísima gota de un hermoso y brillante amarillo.

-Espera, – lo llamó con emoción – encontré un poco de color en mi paleta.

El gorrión corrió sonriente hacia ella, inclinando su cabecita para que la Madre Naturaleza pudiera pintar una pequeña mancha en la comisura de su pico. Agradecido, el ave voló alegremente para enseñar al resto del mundo la última gota de color que había quedado en la paleta de colores de la diosa de la naturaleza.

¿Te has fijado en el pico del gorrión? ¡La próxima vez que veas uno, hazlo! Es un ave muy común y aparentemente sin gran gracia, pero podrás encontrar muchos preciosos detalles si lo observas con detenimiento.

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