Desde la antigüedad, las perlas se han destacado como ornamentos de enorme valor. Su rareza y belleza las volvieron altamente codiciadas en diversas culturas, llegando al grado que se prohibía su uso a aquellos que «no las merecían» y se favorecía su inclusión en los atuendos de la realeza y el clero.
Como tal, la perla se asociaba con la influencia de distintas deidades. Se consideraba un imán para la buena suerte y las bendiciones, así como un símbolo infalible de amor, feminidad y ternura. A su alrededor surgieron decenas de leyendas: entre las culturas orientales se creía que las perlas crecían en el cuerpo de magníficos dragones. Cuando estos fueron a la guerra en las nubes, llovieron perlas sobre China y algunas cayeron en los mares esperando a ser descubiertas.
Otra de las asociaciones más comunes de las perlas era con la luna y las tormentas: se creía que en cada una de estas preciadas piedras, se encontraba encerrada un pedazo de esencia de feroces tormentas y de brillo de luna, lo que le daban el tono nacarado tan característico.
La perla, piedra del misterio y del deseo, es un regalo ideal para expresar amor y admiración a nuestras amigas, parejas y madres. Sea cual sea la creencia que la acompañe, es un símbolo que ha trascendido por miles de años entre nosotros y se ha vuelto cada vez más asequible debido a que hemos aprendido a crearlas y cultivarlas en procesos más rápidos y ágiles que el proceso natural de creación de perlas.
¿Alguna vez has regalado alguna? ¿A quién?
