En la era de los dioses y los titanes, los hermanos Prometeo y Epimeteo se mantenían prudentemente alejado de los dioses del Olimpo, temerosos de su poderoso orgullo y facilidad para la traición. Sin embargo, cuando Prometeo fue capturado y castigado por robar el fuego del Olimpo para regalarlo a los hombres, Epimeteo comenzó a participar esporádicamente en la corte de Zeus.
Un día, los Olímpicos, para agradecer la lealtad del joven titán, le regalaron una compañera diseñada especialmente para él: Pandora. Pandora fue creada con todas las virtudes que los dioses pudieron investirle: Afrodita la dotó de belleza, Hermes de elocuencia, Apolo de arte, Atenea de sabiduría, Artemis de valentía, entre muchos otros dones.
Al ver a Pandora, Epimeteo olvidó sus precauciones respecto a los Olímpicos y su juramento de jamás aceptarles regalos. Sin dudarlo, la tomó en sus brazos y la aceptó. La joven en sus manos llevaba una caja sellada, la cual era un regalo más de Zeus para el titán. Pandora informó a Epimeteo que la caja jamás debía ser abierta, por lo que al llegar a su hogar la guardaron en lo profundo de un armario.
Epimeteo dormía bastante, situación que aburría a Pandora ya que sus dones le generaban curiosidad y deseo de aprender constante. En una ocasión, recordó la caja que permanecía resguardada y decidió echarle un vistazo. ¡Si la abría y cerraba rápidamente, nadie notaría que lo había hecho! Se acercó con cuidado a la caja y la contempló un largo rato. Miró a su alrededor, cerciorándose de que su pareja seguía dormido… y levantó la tapa de la caja.
En instantes, Pandora sintió un alborotado rugir, similar al del viento en tormenta, salir de al caja. Después, no había nada. Con terror, la mujer comprendió que había liberado todas las desgracias y males que podían afectar a la humanidad: desde enfermedades hasta envidia, enojo y sufrimiento. Comprendió el plan de los dioses sumida en una desesperación total: así como Prometeo había transformado la existencia de los hombres al entregarles el fuego, ahora la mujer de su hermano la transformaba con mal.
Temblorosa, se asomó a la caja ahora vacía… y se percató que no estaba totalmente desocupada: en el fondo, en la oscuridad, se mantenía una pequeñísima y temerosa bola de luz: la esperanza. Pandora la tomó entre sus manos y la liberó al mundo para que los hombres y mujeres de la Tierra pudieran siempre mantener la esperanza a pesar de las calamidades que enfrentaran, regalándonos con ese acto la posibilidad de crecer y desarrollarnos aún en la adversidad.
