De entre las millones de especies vegetales de nuestro planeta, existe una flor que me parece impresionante por su forma, sus colores y la belleza que emana en cada detalle: la orquídea. Además de ser un deleite para los ojos, esta flor esconde un hermoso recordatorio en sus pétalos.
Cuenta una leyenda de las costas de Indonesia que una hermosa mañana una diosa descendió a la Tierra para pasear por la playa. Por horas la diosa retozó por bellos paisajes, disfrutando la belleza de la creación, hasta que llegó a un bosque lleno de robles y sándalos que filtraban los rayos del sol sobre la vegetación. La diosa se sentó en un árbol para descansar, apoyando su delicada figura en sus raíces.
Al atardecer, la diosa se levantó para regresar a su sitio en el cielo, sin percatarse que su delicado chal quedó atorado en una de las raíces del castaño. El chal, lleno de esencia divina y bondad, se transformó en una bellísima flor nunca antes vista, una flor que transmitía misterio y feminidad en cada una de sus partes: la primera orquídea.
Un grupo de cazadores, necios y mundanos, llegó al bosque pisoteando todo a su paso sin miramientos por las criaturas vivientes, destruyendo sin pensar la bella flor y dispersando sus pétalos en el suelo.
La diosa se entristeció al presenciar tremenda injusticia hacia la orquídea. Con su magia, convirtió los restos de la flor en fértiles semillas y los regó por el mundo, con la esperanza de que llegaran a alguien que pudiera admirar su belleza y su misterio.
Se dice que, para aquellos capaces de ver más allá de una simple flor, al florecer la orquídea revela los secretos de la diosa, la humanidad y la vida misma.
¿Conocías esta hermosa leyenda? ¿Qué ves en los pétalos de las orquídeas?
