La rosa de Navidad

En esta temporada, las inclemencias del clima tienen un fuerte impacto en la fauna y la flora, sumiendo a la naturaleza en un aparente letargo en espera del regreso del sol y el calor que cobija nuestra vida… siendo algunas especies excepción llenando de color y vida el más crudo invierno. De estas especies destaca la bellísima Rosa de Navidad que, además de su presencia, viene acompañada de una hermosa leyenda.

En las profundidades del bosque de Suecia vivía una sencilla e inteligente mujer que era la esposa de un bandido, de nombre Greta. Ella amaba recorrer el bosque, aprendiendo de las maravillas de la naturaleza y sus propiedades benéficas para las criaturas de la tierra. Con el paso de los años, mientras recorría el bosque en el invierno para distraer su mente de las actividades ilícitas de su marido, se dio cuenta de un extraño suceso: cada año, durante la Nochebuena, el bosque se iluminaba y la vida regresaba. En pleno invierno, los animales retozaban a lo largo y ancho del lugar y las flores abrían sin temor sus pétalos con gran esplendor.

Presenciar el espectáculo era suficiente para olvidar el invierno y la oscuridad, por lo que Greta hizo el hábito de cada año salir de su casa la noche del 24 de diciembre para maravillarse con ese inusual suceso. Después de varios años, pasó lo inevitable: su marido cayó preso por sus malas acciones.

Se acercaba el invierno, por lo que Greta comenzó a sumirse en la desesperación: era madre de 5 hijos y necesitaba encontrar la forma de alimentarlos y protegerlos del frío… Al percatarse de la fecha, una idea tomó forma en su cabeza: ¡intercambiaría su conocimiento sobre el milagro de la Nochebuena en el bosque por la libertad de su marido!

Con esa misión en mente, se dirigió a la abadía del pueblo y pidió ver al Obispo. Rápidamente, le hizo su oferta: conocimiento sobre un milagro divino a cambio de la liberación de un preso. Incrédulo, el obispo estalló en carcajadas, pero le pidió conocer más detalles, a lo que Greta respondió contándole lo que sucedía cada año en el bosque.

El obispo exclamó:

-De acuerdo. Si lo que dices es cierto, liberaré no solo a tu marido sino a todos los presos.

El día 24 de diciembre al atardecer, el obispo, Greta y un testigo del pueblo se dirigieron al bosque en espera del increíble acontecimiento. Temblando por el frío, caminaron entre la nieve hasta llegar al sitio señalado por la mujer. Cayó el sol y no sucedió nada. El obispo, aburrido, comenzaba a dar media vuelta para partir cuando todo a su alrededor cobró vida.

Las flores se abrieron, los árboles se sacudieron su cobertura nevada y liebres y venados comenzaron a correr por todas partes. Con los ojos abiertos de par en par, el obispo y el testigo contemplaron el espectáculo de la vida danzando a su alrededor como si se encontraran en pleno verano. El obispo sonreía encantado, pero su acompañante comenzó a formar una oscura idea en su mente:

-¡Esto no es ningún milagro! Es obra del mismísimo diablo.- exclamó, aterrorizado.

No habían terminado sus palabras de resonar en el claro cuando todo se esfumó: las flores se marchitaron en segundos y los animales desaparecieron para refugiarse del clima inclemente. La energía negativa y el temor detrás de las palabras pronunciadas por el testigo aniquilaron el milagro, terminando con una tradición milenaria de la naturaleza.

El obispo y Greta, entristecidos, se prepararon para regresar al pueblo… cuando Greta encontró una especie de flor nunca antes vista, con hermosos diseños en sus blancos pétalos: la Rosa de Navidad. Fue en ese momento, que lo entendió todo: por más que las creencias de otros destruyeran el mundo a su alrededor, siempre quedaría una señal de esperanza, una clara promesa de que la magia se quedaría con ella… si estaba dispuesta a creer.

Al llegar a la abadía, el obispo dio la orden de liberar a los presos, cumpliendo con su promesa. El marido de Greta salió libre y reformó su vida; motivado por su inteligente esposa se convirtió en aprendiz de panadero para poder proveer a sus hijos de alimento y abrigo durante muchos inviernos más.

Greta no dejó de asistir al bosque durante todos los inviernos de su vida, maravillándose día con día por la belleza de la Rosa de Navidad y comprendiendo, cada vez más mejor, la promesa de su existencia.

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