Cuenta una hermosa leyenda de los países vascos que hace muchos milenios no existía la nieve ni el granizo y el invierno no llegaba a ser tan intenso. Fue el amor prohibido de unos jóvenes y la compasión de la Madre Tierra los que dieron origen a la nieve y el granizo marcando una tradición de amor eterno, sacrificio y valentía.
En una aldea de valientes cazadores y sabias mujeres vivía un hombre sabio y fuerte de nombre Erradi, quien era el jefe y protector del lugar. Su hija, la hermosa Elur, tan elegante como inteligente, era su más preciado tesoro y su mayor orgullo; una curandera y pensadora sin igual.
Un día tormentoso, llegó un viajero al pueblo, sorprendiendo a todos con su aparición. Los pobladores, extrañados de recibir visitas, se acercaron a él y descubrieron que agonizaba: el cansancio y graves heridas producto de una gran batalla amenazaban con quitarle la vida.
Los habitantes de la aldea llevaron al joven ante Elur para que lo auxiliara, tarea a la que ella se dedicó diligentemente. Durante días y noches, la joven cuidó al desconocido, curando sus heridas y dándole de comer con ternura y amabilidad.
Finalmente el joven recobró el conocimiento y dijo que su nombre era Txingor, y le agradeció a Elur sus atenciones. Aunque Txingor estaba más fuerte y su vida ya no corría peligro, Elur seguía cuidándolo hasta asegurarse de que su recuperación fuera completa.
Pasaban los días y Elur comenzó a enamorarse de la valentía y gentileza de Txingor, mientras que él no podía dejar de admirar la compasión, belleza e inteligencia de ella. Al darse cuenta de lo que sucedía, a Elur la invadió el miedo: su padre, Errandi, era un hombre muy celoso, por lo que podría oponerse a su amor.
Por eso, sugirió a Txingor que escaparan juntos a las montañas y comenzaran una vida nueva donde nadie los conociera. No obstante, Txingor, hombre de honor y de palabra, no estaba acostumbrado a escapar y prefería enfrentar las situaciones. A pesar de las advertencias de Elur, el joven se presentó frente a Errandi y le solicitó elegantemente la mano de su hija, ocasionando la ira del jefe.
Cegado por los celos, Errandi lo exilió, acusándolo de pagar la ayuda que los habitantes de la aldea le brindaron para salvar su vida con la traición y el engaño. Para evitar conflictos, Txingor se fue, prometiéndose volver más tarde cuando el jefe estuviera más tranquilo.
Elur, que había presenciado la escena, no pudo evitar enfrentarse a su padre, reclamando su falta de juicio y la ridiculez de sus acusaciones… acción que le ganó el exilio, siendo abandonada en la intemperie al atardecer.
Caía la noche y la temperatura descendía peligrosamente. Elur sentía el frío quemar su piel y pensó en su amado Txingor, deseando tenerlo a su lado. Su corazón le dolía por su padre, quien había actuado de manera impulsiva, sin embargo, no le guardaba rencor. En eso reflexionaba Elur cuando el frío acabó con su vida, dejando su hermoso cuerpo inerte sobre la hierba congelada.
Txingor, que se encontraba caminando de regreso a la aldea, se encontró con los restos de su amada. Al verla, comprendió lo sucedido y lloró lágrimas de desesperación y dolor. Fue tanto su sentir, que la Madre Tierra se compadeció de su amor. Los convirtió en entes que pudieran estar juntos por toda la eternidad: Nieve y Granizo. Las lágrimas del joven y su cuerpo se convertían en granizo. Al mismo tiempo, el cuerpo de Elur se disolvía en suave y blanca nieve.
Ese invierno fue el más crudo en la historia de la aldea, forzando a Errandi a aceptar la magnitud de su equivocación al prohibir el amor verdadero a la persona que más amaba: su hija. Para enmendar sus acciones, fomentó que cada vez que un joven se enamorara de una de las mujeres del pueblo, él debería adentrarse entre la nieve y el granizo para cazar una presa como prueba de amor y sacrificio. Solo al recibir la mujer la dote, la unión podría ser bendecida… al pasar la prueba de amor eterno: entre la nieve y el granizo.
Ale Maytorena 