Leyenda del origen de la Vía Láctea

En la vida, el amor nos inspira a hacer cosas impresionantes, pero somos nosotros mismos los que nos ponemos obstáculos al concentrarnos más en el problema que en solucionar las situaciones con las herramientas a nuestro alcance. Este fantástico relato cuenta cómo una pequeña creó la impresionante Vía Láctea para iluminar su camino y reunirse con sus padres.

En un tiempo anterior al que conocemos, donde la oscuridad de la noche solo era interrumpida por el suave brillo de la luna, sin el resplandor de las estrellas para acompañarla, vivía una pequeña niña en medio de la sabana africana.

Junto a sus padres, la pequeña crecía y maduraba sin dejar atrás su inocencia… hasta que llegó una noche en la que se quedó sola en la oscuridad, ya que sus padres habían salido a visitar a parientes en chozas cercanas. Esperó y esperó, pero sus padres no regresaban. Con el paso de los minutos, se puso nerviosa y decidió salir a buscarlos.

Rodeada por la soledad, la pequeña se acercó a la entrada de su hogar. Se detuvo al ver que la luna no brillaba, pues se encontraba en su fase de luna nueva, con su brillo oculto para los que estaban en la tierra. En esas condiciones, jamás llegaría a la casa donde estaban sus padres, ya que no había ni n rayo de luz para iluminar sus pasos. Podría terminar cayendo en un hoyo o, peor, tropezando con alguna fiera salvaje.

Se sentó en silencio unos momentos, cavilando sobre sus posibilidades: podía aguantarse el miedo y seguir esperando, o podía encontrar la manera de llevar con ella la luz para alcanzar a su familia.

Pensativa, contempló el fuego que ardía en el corazón de su hogar, fuente de luz y calor incansanble. ¡Si tan solo pudiera llevarlo con ella! En la inocencia de su alma comenzó a nacer una idea: si las brasas emitía luz, ¡tal vez podría usarlas para iluminar la oscuridad!

Acercó sus manitas al fuego y buscó las brasas más brillantes en la orilla de la fogata. Con cuidado para evitar quemarse, las tomó entre sus manos, llevando con ella luz. Desde la entrada de la choza, se paró de puntitas y lanzó las brasas con todas sus fuerzas hacia el cielo para iluminarlo.

Los trozos incandescentes de luz subieron en el cielo, empujados por la inquebrantable fe de la niña, hasta formar los increíbles diseños de colores y tamaños distintos que hoy conocemos como la Vía Láctea.

Gracias al nuevo resplandor del cielo, la pequeña logró caminar en la noche sin temor de tropezar hasta llegar sana y salva a brazos de sus padres.

¿Hasta dónde llegarías para reunirte con tus personas amadas?

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