¿A quién no le gustan los adorables y amigables delfines? Durante milenios, se han convertido en amuletos de diversas culturas y creencias, mostrándose a los viajeros y habitantes de la costa de manera que eran asociados con antiguos dioses del océano y con la fuerza protectora de los mares.
Al ser de los animales más inteligentes, podemos encontrar comportamientos casi humanos en ellos, con una nobleza y dulzura que los caracteriza y los ha llevado a simbolizar amor a la comunidad, sociabilidad, amistad y generosidad.
El rey de los peces se ha asociado muchas veces con el noble corcel que transporta a las almas de los muertos hacia el paraíso y que contribuía al autoconocimiento, ya que en algunas culturas aquellos que querían alcanzar la trascendencia espiritual y la iluminación eran transformados en delfines para entender la vida desde sus ojos.
Se conocen historias de delfines interactuando con humanos de manera amigable y de protección, rescatando ahogados y guiando a náufragos, lo que los ha convertido en seres altamente entrañables.
Los delfines son además maestros del equilibrio y la dualidad: combinan el juego con la seriedad; son mamíferos al tiempo que peces y viven en el mar pero necesitan del aire, recordándonos la importancia de no caer en los excesos y tomar lo mejor de todos los mundos.
¡Son criaturas increíbles! A pesar del cariño que les tenemos muchos humanos, nuestras acciones irresponsables hacia el medio ambiente los han puesto en peligro conforme su hogar se llena de desechos químicos y plásticos que atentan contra sus vidas y las de cientos de miles de especies marinas.
Hoy en día, además de su gran simbolismo espiritual y natural, el delfín se ha convertido en un urgente recordatorio: ¡debemos salvar al planeta! No dejemos que el legado de la humanidad al mundo se vuelva la desolación de nuestra biodiversidad. Los delfines son muy bellos y amigables, pero no son inmortales… y es responsabilidad tuya y mía protegerlos.
