Abejas: ejemplo excepcional para la humanidad

La historia de la humanidad se ha visto acompañada por un pequeño ser; un insecto de tonos negros y amarillos que nos ha enseñado maravillosas lecciones de comunicación, organización, orden y laboriosidad.

Recientemente este ser, la abeja, ha estado en boca de muchos de nosotros ya que a su existencia y arduo trabajo debemos una gran parte de la fuente de nuestros alimentos, razón por la cual no es una hipérbole condicionar la existencia humana como la conocemos a la de estos insectos. Además de su importancia dentro de la naturaleza, la abeja nos recuerda lecciones imprescindibles para nuestro desarrollo personal y como sociedad.

A través de los siglos, la naturaleza de las abejas le ha ganado el simbolismo de trabajo duro, fuerza y obediencia. Incluso, entre los jeroglíficos egipcios, se utilizaba para representar a la monarquía. Su deliciosa miel era valorada en gran medida por nuestros antepasados, al grado que se creía que era fuente de vida eterna compartida por los mismísimos dioses.

Encontrar una abeja podía significar que se acercaba la abundancia o la salvación, siempre recordándonos que no se puede obtener frutos sin esfuerzo y dedicación. Varios pensadores antiguos expresaban que la abeja simbolizaba el paradigma de la vida y la muerte: activa durante la primavera y el verano, durmiente en el invierno junto con el resto de la naturaleza congelada.

Más allá del simbolismo espiritual y filosófico de la abeja, su mejor aportación para la humanidad la predica con el ejemplo: las abejas cumplen con su trabajo a la perfección en beneficio de la colmena; cada individuo se esfuerza por su función y confía en que los demás harán lo mismo. Las abejas crecen y se desarrollan juntas, en una gran comunidad, ya que las abejas solitarias no suelen producir miel ni cera.

Por si fuera poco, las abejas enseñan otra gran lección: cuentan con un poderoso aguijón para lastimar a otros; sin embargo, reservan su uso para casos extremos ya que, para ellas, el costo de dañar a otros con su aguijón es la propia vida. Tal vez, si fuéramos más como las abejas, nuestra sociedad no padecería muchos de los problemas que nos aquejan como la violencia, la hambruna y el egoísmo.

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