La vida se forma por ciclos, sigue la pauta de la naturaleza para seguir una y otra vez; así como sale el sol y luego la luna, así como las estaciones siguen una a la otra en rápida sucesión, los ciclos se repiten pero jamás son iguales.
Comienza el otoño en el hemisferio norte, el tiempo para sembrar ha terminado y es momento de cosechar los frutos de aquello que hemos sembrado.
Se aproxima el invierno, temporada que solo puede recibir con calma aquel que, como buen agricultor, se dedicó a plantar y nutrir semillas de tal forma que dieran frutos para el momento del frío.
¿Qué cosecharás? Si sembraste cada pedazo de tierra fértil de tu vida con hermosas semillas, seguramente comienzas a ver los frutos de los cuidados y la persistencia.
Si, en cambio, sembraste discordia y malos sentimientos, es muy probable que las consecuencias de tus acciones te estén alcanzando y sea un buen momento de reflexionar sobre tus decisiones.
La llegada del otoño marca una nueva etapa en nuestras vidas; una época que nuestros ancestros consideraban de preparación y reflexión previo al crudo invierno (claro, ellos no tenían calefacción ni comida procesada), un momento de rescatar aquellos proyectos que van avanzando y cortar aquello que nos hace daño.
La tecnología y la ciencia han permitido que la humanidad se encuentre más desvinculada de los ciclos naturales, ya que podemos mantener la vida diaria de manera estable gracias a ellas. No obstante, puede ser beneficioso para nuestro crecimiento individual reflexionar sobre los ciclos y cómo estos pueden transformar nuestra percepción sobre la vida.
De nuevo te pregunto: ¿qué cosecharás? ¿tus acciones y palabras durante el año te han llevado hacia donde quieres llegar? Si la respuesta es negativa, ¡es tiempo de hacer ajustes inmediatos!